TEATRO EN UN SOLO ACTO (OBRA N° 7)
Por Francis Berti
TITULO:
LA FE, LA RISA DIBUJADA, Y LA ABSTRACCIÓN
TEATRO EN UN SOLO ACTO
ESCENARIO: Un escenario muy determinado, dos salas enfrentadas; una reconstrucción de una iglesia en la escalera de la entrada. Una Monja sentada en los escalones. La otra sala frente a la iglesia, un circo de payasos. Un Payaso, todo pintado por los más exclusivos pintores de ese arte, sentado en un banco muy alto observando todo el escenario. Algo se irá acercando que entrará sobre el final.
PERSONAJES:
UNA MONJA: (Su vestuario es simple, negro y pulcro. Sus manos están entrelazadas en su regazo, pero con una tensión apenas visible).
UN PAYASO: (Su vestuario es extravagante y colorido, cada color parece gritar. Su cara pintada con una sonrisa eterna, pero sus ojos son un abismo de cansancio).
(Al levantarse el telón, la MONJA se balancea suavemente, con la mirada perdida en el vacío. El PAYASO se balancea en su banco, con un movimiento que parece imitar el de un péndulo. Un silencio largo e incómodo llena el espacio. El PAYASO, sin dejar de balancearse, rompe el silencio con una voz grave, casi un susurro).
ACTO
PAYASO: ¿Sabes por qué los equilibristas no miran hacia abajo? No es por miedo a la caída. Es porque no pueden permitirse la distracción de un punto final. Solo existe la cuerda. Y, en esa cuerda, la nada.
(La MONJA no responde. Simplemente ajusta un poco el pliegue de su hábito. Su voz, cuando habla, es suave, pero tiene el filo de la insistencia).
MONJA: Y sin embargo, cada paso es una insistencia en llegar. No en la cuerda, sino en la certeza que te espera al otro lado. Es una oración en movimiento. Cada paso es un acto de fe.
PAYASO: (Una risa seca, sin alegría, escapa de su garganta. No hay movimiento en su sonrisa pintada). ¿Fe? La fe es la risa dibujada, hermana. Una convicción tan firme que no necesita de la verdad. Tú te aferras a un libro que otros escribieron. Yo a una mueca que otros pintaron. Es la misma cosa.
MONJA: (Su voz se eleva ligeramente, con un tono de indignación contenida). ¡No! La mía es una entrega. Una renuncia a la propia voluntad por algo que me supera. No es una mueca, es una promesa.
PAYASO: (Se detiene por un segundo en su balanceo, y luego continúa con más fuerza). Y esa es tu gran incongruencia. Tu amor por Dios es una insistencia tan disímil, tan distinta a tu propia naturaleza, que se vuelve tu propio espectáculo. Te disimulas detrás de Él. Yo, detrás del color. Ambos, en la misma farsa. La única diferencia es que la mía, al menos, hace reír a los demás.
(La MONJA lo mira con una mezcla de enojo y comprensión. Ella parece querer responder, pero las palabras se detienen en su garganta. De repente, el PAYASO se baja de su banco con un movimiento ágil y se para en el borde de su “escenario, más cerca de la MONJA).
PAYASO: (Con voz más alta, casi como un grito ahogado por la pintura). ¡Te niegas a la vida! A la carne, a la risa sin guion, al dolor sin redención. Tu dios es el mayor de los payasos, porque pide el sacrificio de la única cosa que es real: tu afecto personal. ¿Qué sucede con los deseos, con la rabia, con la pasión que tienes? ¿La guardas en una cajita para que no perturbe a tu dios? ¡Es la mayor incongruencia!
(El PAYASO, ahora en el espacio neutral entre ambos escenarios, se acerca a la monja con cada palabra. Su voz se vuelve una mezcla de burla y genuino desgarro. La MONJA se levanta de los escalones, finalmente reaccionando, y lo mira de frente).
MONJA: (Su voz tiembla de una furia contenida, pero sus palabras son firmes). ¡Mi afecto no es una cajita! Es una fuente que se purifica, que se entrega a un propósito mayor. El tuyo es un pozo. Te disfrazas de colores para que el mundo te vea, pero en realidad, no eres más que un vacío. Tu risa no es tuya, es un eco de la risa de otros que te han abandonado. Es la más triste de las incongruencias.
PAYASO: (Su risa se vuelve más desesperada, casi un llanto). ¿Crees que yo no me he entregado? ¡He entregado mi rostro! Mi nombre, mi tristeza. He absorbido la miseria humana, la he regurgitado como chiste, como truco de magia. Tú lo haces por fe, yo por necesidad. ¡Ambos, sin embargo, estamos solos en nuestras jaulas! La tuya de piedra y la mía de colores. ¡Nuestros afectos, tan disímiles, nos han llevado al mismo lugar!
(El PAYASO se detiene a centímetros de la monja. Se miran, y en sus ojos se refleja la verdad de sus palabras. Son dos espejos deformados el uno del otro. En ese momento, desde el fondo del escenario, una figura comienza a avanzar lentamente, vestida de un gris tan neutro que parece no existir).
(La figura es la de un Jorobadito. No tiene rostro. Solo una joroba pronunciada y una de sus piernas que arrastra con cada paso, haciendo un sonido seco y constante en el suelo de madera. Su paso es lento y pesado, una insistencia sin voz ni color. La Monja y el Payaso, absortos en su enfrentamiento, no se dan cuenta de su presencia hasta que el sonido de su andar se vuelve tan evidente que ya no pueden ignorarlo).
MONJA: (Retrocede un paso, con los ojos fijos en la figura. Su voz es apenas un susurro). ¿Quién… quién eres?
(El Jorobadito no responde. Simplemente continúa su camino, directo hacia el centro de los dos mundos, hacia el punto de encuentro del Payaso y la Monja).
PAYASO: (El miedo se dibuja en sus ojos cansados, a pesar de la sonrisa pintada). No es nadie. Es la abstracción que no pudimos ver. La que está en todo lo que no somos, y en todo lo que somos. Es la suma de tu fe y mi mueca.
(El Jorobadito, por fin, se detiene entre ellos. Un silencio solemne se instala. Por primera vez en la obra, la Monja y el Payaso no tienen nada que decir. La figura gris, que no tiene rostro, levanta lentamente la cabeza y habla. Su voz es áspera, como papel de lija, pero llena de una sabiduría milenaria).
JOROBADITO: (Su voz es lenta y dolorosa, como el arrastrar de su pierna). Se equivocan. No soy la abstracción. Soy lo que queda cuando la fe y la risa se agotan. Soy lo que ustedes, con toda su insistencia, no han podido ver. La fe de la monja es una incongruencia porque solo acepta lo que ya cree. La risa del payaso es otra, porque oculta la tristeza que no quiere mostrar. Ambos están llenos de sí mismos, de sus propias máscaras.
(El Jorobadito se voltea hacia la MONJA, mirándola con la ausencia de su rostro).
JOROBADITO: Tú te entregaste a una idea. Te negaste al mundo para ser pura. Pero lo único que lograste fue llenarte de ti misma. Tu pureza es tu prisión. Tu afecto no es una fuente; es una reserva que solo das a tu propio reflejo en el agua bendita.
(Se voltea hacia el PAYASO, el sonido de su arrastre es el único que rompe el silencio).
JOROBADITO: Y tú, te entregaste al mundo. Te negaste a ti mismo para que los otros no te vieran. Pero lo único que lograste fue llenar tu vacío con el de ellos. Tu risa no es tuya, es la de la multitud que nunca te reconoció. Tu afecto no es para otros; es una migaja que les tiras para que te miren.
(El Jorobadito, con el mismo movimiento pesado y doloroso, se aleja. La MONJA y el PAYASO se quedan de pie, en silencio, mirando el espacio vacío. El telón comienza a bajar lentamente.
ESCENA FINAL
(El Jorobadito, con su andar pesado y cojo, llega al centro del escenario. La Monja, con la cabeza baja, se retira hacia la puerta de su iglesia. Su figura se va haciendo más pequeña en la penumbra. El Payaso, con sus colores que ahora parecen sucios, se arrastra hacia el banco de su circo. Sus hombros se encogen. Ambos, en sus respectivos mundos, refunfuñan palabras inaudibles. Sus murmullos son un murmullo derrotado, una última defensa contra la verdad del Jorobadito.)
(Una vez que ambos han desaparecido en sus escenografías, el Jorobadito se queda solo. El silencio se vuelve total. Con la misma lentitud y dolor con la que ha caminado, comienza a agacharse. No hay lamento, no hay prisa, solo la aceptación de su peso. El telón comienza a bajar, lento y inexorablemente, cubriéndolo. A medida que la tela detalle permanece. Su mano, con los dedos alargados y torcidos, queda fuera del telón, a la vista de los espectadores.)
(La mano se queda ahí, solitaria, como un último vestigio de la realidad. Es la única parte de él que no se ha cubierto. Es la única parte de ellos, la única incongruencia que la fe y la risa no pudieron esconder.)
FIN DE LA OBRA
Excelente obra, plasmar la reproducción mental de sentimientos que surgen de los personajes de la fe, la risa dibujada y la abstracción, cada uno defendiendo su posición en su interactuar ante el diario vivir,estableciendo mecanismos de defensa entre los impulsos en conflicto para aliviar las tensiones, la intervención de la abstracción. que no presta atención a lo exterior para dirijirse a ellos en forma racional, que mejor representado por el jorobadito, que continúa con su andar lento y doloroso y comienza a agacharse sin lamento, ni prisa, aceptando solo su peso. Y
al caer el telón deja su
mano fuera,brindando aún apoyo con sus dedos alargados y torcidos,como un último vestigio de la realidad que la fé y la risa dibujada no pudieron esconder.La vida sería insoportable sino recurriéramos a la realización y protecciones psíquicas. Gracias FRANCiS.