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TENGAMOS UN DON, UNO PEQUEÑO E INMENSO

TENGAMOS UN DON, UNO PEQUEÑO E INMENSO

.por Francis Berti

Tengamos un don, pequeño para que no interfiera a nadie, que no se escabulla por las ratas indecentes y que se maltraten y te maltraten. E inmenso para que llegue solo a los deportados que desean sentirte, no los portados de palabras enredadas que acumulas desavenirse y más desavenirse que no debes entregar más de los que te inmensas por solo inmerso de tu conciencia. Y en ese don que aprendiste no dejes a nadie entrar ya más, porque así de sencillo llegarás donde nadie estará por recibirte, y la sencillez tiene la soledad de los únicos siempre queridos pero nunca vistos. Retira todas las imágenes, y ocúltate en tu diminuto centro para no estorbar.

Y en ese centro, en ese punto exacto donde la conciencia se hace un nudo, el don se manifestó. No era una luz, ni un sonido, ni una melodía. Era la capacidad de tejer la verdad de los otros sin que ellos se dieran cuenta. De ver sus miedos, sus anhelos más profundos, y de envolverlos en una calidez que no tenía nombre. El don era la empatía en su estado más puro, una caricia invisible que llegaba al alma de los “deportados”.

A la “puta realidad” no le importaba. No era un don que llenara estadios, ni que curara enfermedades. Solo era un hilo, una hebra de compasión que se movía por el aire, silenciosa. Un don que llegaba a la mujer que lloraba en el colectivo, al hombre que dormía en la calle, a la niña que miraba por la ventana. Les llegaba, los acariciaba y se iba. Ellos sentían una paz momentánea, una sensación de ser comprendidos, y seguían con sus vidas.

Pero a él, al portador del don, lo dejaban sin ver. Sin sentir. Porque su don era como un río que fluía sin dejar rastro en su propio cauce. Él solo era el conducto. Miraba a la gente que ayudaba, veía la sonrisa que el don les había regalado, pero no podía sentir el don en ellos. Ellos se llevaban la caricia, pero él se quedaba con la soledad. Era el único que no podía sentir su propio don. Y en ese vació, en esa soledad de los únicos siempre queridos pero nunca vistos, comprendió que su don, para que fuera inmenso, tenía que ser una carga.

1 pensamiento en “TENGAMOS UN DON, UNO PEQUEÑO E INMENSO”

  1. En un mundo que persigue deseos infinitos, tengamos un don,pequeño para que no interfiera a nadie,y que te recuerde que algunos lazos construidos solo se profundizan con el tiempo y la distancia.donde la sencillez tiene la soledad de los únicos siempre queridos pero nunca vistos., solo un
    hilo, una hebra de compasión
    que se mueve por el aire , silenciosa, que transmite una sensación de una paz momentánea, la sensación de ser comprendidos y seguir con tu vida.Cuando somos honestos dejamos de escapar de nosotros mismos y nos enfrentamos a lo que somos con compasión y valentía.Muy interesante tu análisis, reflexionar de dar un propósito a nuestras vidas. La honestidad es la transparencia del alma.Saludos.

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