La República Argentina tiene 200 años, divididos en veinticinco por generación, son ocho generaciones de argentinos que no han dejado de succionar el pezón de esta República. La teta interminable. Alcanzo estándares de las más variopintas situaciones económicas, como juegos de bebes por prenderse de la gran teta, adolecentes succionadores y adultos que aun no han podido cortar el cordón umbilical de seguir chupando. Pero la lecha que emana parase con cierta graduación etílica, porque deambulamos en zigzag, tantas décadas, hasta que por salubridad jurídica nos pone sobrios por algunos pocos años, pero lamentablemente las reuniones en lechosos anónimos sirvieron poco. Y una y otra vez la recaída…y en muchas ocasiones hasta invitamos a amigos del extranjero a beber con nosotros, sin siquiera entender el idioma y sus intenciones. Y la cuenta siempre la pagamos nosotros.
Y esta adicción, no es privativa de ninguna clase social, todas aprendieron a prenderse a la gran teta, en mayor o en menor medida. ¿Como sucedió? No lo sabemos. Tratare de encontrar un acercamiento aunque frágil a tal evento. Algunos pensadores como Jose Ingeniero o el mismísimo Ortega Y Gasset blandieron su espada en ciernes, vociferando a modo de despertar conciencias dormilonas. ¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Seguramente porque vio que lo primero en este naciente país se instaura como norma incalificable “dormir la siesta”. Y aunque tuvimos generaciones de pensadores brillantes…la siesta siempre estuvo.
Quizá por esa puta realidad que todo aquí brota, crece y brinda el alimento que en los siglos 19 y 20 en el mundo escaseaban, a modo de hambruna generalizada. Aquí solo era estirar la mano, nada más. Los que no dormían siesta crecieron por sobre el resto y los dormilones de ayer son hoy los pedigüeños de cuanta dadiva exista, tan solo para continuar y mantener esas costumbre costumbrista de dormir la siesta.
Pero no quiero ser alarmista, aca estamos con bandera propia, con un nacionalismo de himno cantado a medias (será también para ir más rápido a dormir la siesta), no lo sabemos, pero en las imágenes tecnológicas todo es un repetición, de excluidos incluidos e incluidos excluidos. Pero por vaya a saber que designios de los dioses del Olimpo, la teta madre no se detiene.
¿Y si probamos con menos borrachera lechosa y menos siesta? Algo, no, me rectifico, no solo algo, todos debemos dejar de dormir un rato, y dejemos de chuparnos unos a otros, porque eso es lo que sucede sin darnos cuenta con tanta leche desperdiciada sin fines comunes, solo el individualismo de un poco más para mí, al grito de ¡esta teta es mía!. Abandonemos las mediocridades sociales y refugiémonos en nuestro metro cuadrado y hagámoslo crecer, y si todos los metro cuadrados se ocuparan…quien les dice…no tendríamos que hacerle más implantes mamarios a nuestra hembra país. Y ningún borrachín lechoso ocupe los designios de la patria, tan solo porque a nosotros nos gusta dormir la siesta.