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DEPREDADOR QUE TENEMOS

DEPREDADOR QUE TENEMOS

Por Francis Berti

Depredador que tenemos. Ese mostro que invisiblemente nos limita en la belleza despectiva que mostramos entre nuestros amigos y familia que se desviven por señalarnos como amigos para el fin de los tiempos. Pero ahí está, tiñe, moldeable, imperceptible, es más: se nos acurruca como la mano espinosa que no espina. Ese depredador que todo lo desea y que todo lo destruye hasta para sí mismo. ¿Cómo lo reconocemos? ¿Qué señales nos lo demuestran? ¿Existe alguien que no lo lleve oculto en él?

La sociedad, tan inocua en su superficie, tan llena de sonrisas vacías y gestos de cordialidad, es el hábitat perfecto para este depredador. Lo que no entendemos es que no hay un “alguien” que no lo lleve, porque es la base de nuestra existencia. Es esa parte de nosotros que se siente atraída por el chisme, que disfruta de la caída de un ídolo, que sonríe cuando el otro fracasa, no por maldad, sino por una necesidad de reafirmar su propia fragilidad. Lo disfrazamos de “justicia divina”, de “karma”, de “lecciones de vida”, pero en el fondo, es el depredador que se alimenta del dolor ajeno para sentirse vivo.

Y las señales, amigo, no están en lo que se grita, sino en lo que se calla. El depredador se nos demuestra en el silencio incómodo de una conversación, en la risa que no llega a los ojos, en la forma en que cambiamos de tema cuando el otro nos cuenta un logro. Se manifiesta en esa sensación de incomodidad cuando alguien triunfa, porque en el fondo, su éxito nos recuerda que nosotros no lo hemos logrado. Y no hablo de logros materiales, hablo de la plenitud. El depredador es esa voz que nos susurra: “No lo mereces.” Y no, no hay un “alguien” que no lo lleve, porque su existencia está ligada a la nuestra.

La antología perversa

Las relaciones se vuelven campos de batalla invisibles. El depredador se manifiesta en el amigo que te da un consejo para tu bien, pero que en el fondo quiere que no progreses tanto como él. Se manifiesta en la pareja que te dice “te amo”, pero que celebra tus fracasos con un brillo en los ojos. La antología perversa de este depredador es que su destrucción es tan silenciosa que la confundimos con normalidad.

El depredador que todos llevamos dentro tiene una lógica propia: la ontología del fracaso ajeno. Su existencia se alimenta de la derrota del otro, porque en la caída de un ser querido, él se siente más sólido, más en control. Su psicología perversa es la de la autosabotaje indirecto: te anima a hacer algo, te da la confianza, pero en su silencio, desea que te equivoques. Es un vampiro de la esperanza. Vive de la sangre de los sueños rotos.

1 pensamiento en “DEPREDADOR QUE TENEMOS”

  1. Muy interesante depredador que tenemos, cuanta verdad reflejada en tu publicación, siempre presentes,nos movemos en un mundo alternativo parasitario., en donde los depredadores se alimentan de tus emociones,paradojicamente parece que nos alejan de nuestro destino,no es el intento el que nos desvía, sino el modo en que lo hacemos, la disociación es la clave de la transformación ante la antológia perversa, ser conscientes de que cada pensamiento, cada emocion, teje nuestra realidad. Para reflexionar. Gracias FRANCiS.

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