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ESPERANDO EN UNA AGENDA

¿El mejor? No. Solo uno más en una lista vaga de recuerdos. Uno de tantos colgando de una agenda desgarrada por las manos agarradas. Uno anotado en la inicial de como quisieron anotarte, registrarte, dejarte amontonado entre desconocidos. Silenciosos mudos de uno, dos, tres y hasta cuatro nombres de linajes perdidos. ¿El mejor? No. Solo uno más en una lista vaga de recuerdos mal habidos.
Uno pasado. Uno presente. Uno observador de la misma página una y otra vez, resultando inútil. Uno pasando con miradas rectas, cegadas. La soledad del ensayo solo empuja a pensar en qué se puede hacer. Con su historia de anotado.
Con esa historia para vencer. En el siglo XIX, Inglaterra estaba con billetes con un nombre y una hora. Había que hacerlo y me di cuenta de que, cinco minutos después de un acontecimiento, el tiempo y la hora se enfrentaban.

Y aca estoy, escrito, salpicado por la tinta de alguien que conocí y ya no recuerdo. No me escuchan, insólitos, solitos. ¿Y cuál? De todos los que estamos aquí, alguien luego le explicara al otro y este al otro. ¿Qué esperaban, trate de decirles, a los de abajo y a los de arriba, con la misma vos, con la misma moda de esa época.
Pese a las malas noticias que le he dado a personas que la conocí, no se ve lo que yo hice, con el poco dinero que tenía, ni para sus números. Que la información se ha quedado al margen de mi lista de deseos.
Y persona perfecta. ¿En qué lugar en un pequeño ambiente se manejaban los límites del pensamiento? ¿Por qué tenías que construir listas que no llegaban a lo que querías? Si el sendero del pensamientos la puerta de escape, su malestar, el mal manejo del futuro, lo primero que escribieron en la agenda fue una especie de hecho histórico, absoluto y tan lógico como la pérdida de amor. Nada de eso.
La estrategia escorpiónica fue de juzgar, echar de menos, no siempre tener el sabor del resultado. El mejor. No. Solo uno más en una lista vaga de recuerdos mal habidos. Y hasta tarde, alguien en la agenda que anotó el resultado sin relación. Y, hasta tarde. Lo que no se, es que siendo solo un par de palabras garabateadas en un hoja ya amarillenta de tantos otoños sin caer, haya cobrado vida y voz. ¿Estará sonando una campanilla en la otra realidad? ¿En las afueras de la agenda desgarrada? Habrá llegado la mano salvadora de aquellos recuerdos mal habidos, sanando las heridas.

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