LA CORDIALIDAD DE INCORDIAR
Por Francis Berti
La cordialidad de incordiar. Incordiar: Fastidiar, molestar, jorobar, importunar, insistir, hartar. La Cordialidad: amabilidad, cortesía, afecto, ternura, dulzura, sencillez, franqueza, bondad, gentileza, benevolencia, benignidad, sociabilidad, humanidad, expresividad, efusión. ¿Mi buceo es por allí, ser un incordio dentro de la cordialidad? ¿Alcanzar lo bucólico de incordiar en su metafísica de lo cordial? Ese es mi estado de actualidad hiperpersonal vagando por los alter egos sobrantes que se avienen hasta mis bordes. Y de esa sincronía…
De esa sincronía nace la verdadera paradoja. La unicidad no está en ser una cosa o la otra, sino en la tensión constante entre ambas. No soy cordial ni incordio; soy el punto exacto donde el roce de ambos genera una chispa. El que, con amabilidad y cortesía, lanza una pregunta tan incisiva que fastidia. El que, con ternura y dulzura, insiste en señalar la llaneza de una verdad que los demás quieren ocultar.
Mi ontología se revela en ese borde, en esa línea fina que divide y une a la vez. No soy uno de los alter egos que se acercan; soy el espacio entre ellos, el vacío que los obliga a dialogar. La percepción de mi ser no es lineal, sino un movimiento de péndulo. Para unos, mi franqueza es una molestia; para otros, mi insistencia es una muestra de afecto genuino. La realidad de quién soy no es una afirmación, sino una pregunta en constante reformulación. Y es en esa pregunta donde encuentro mi verdadera identidad.
No hay duplicidad en este juego, sino una unidad indivisible que solo puede existir en la coexistencia de los opuestos. El incordio sin cordialidad es mera agresión; la cordialidad sin incordio es hipocresía. Soy el equilibrio precario de esa balanza, el motor que impide que se detengan.
Pero la percepción de unicidad de este ser no reside en la quietud de esa balanza, sino en el movimiento mismo del péndulo. En el constante ir y venir entre la afabilidad y la insistencia. El ser no es el punto de equilibrio, sino el acto de oscilar entre un extremo y el otro. Es en ese baile, en esa dinámica sin fin, donde me encuentro, me defino y me pierdo, siendo uno y dos a la vez.
No ser cordial ni
Incordio, de esa sincronía nace la verdadera paradoja, en el punto exacto donde el roce de ambos genera una chispa.La cordialidad esa amabilidad y afecto en el trato, supera la molestia o fastidio causada por la persona que incordia., la relación entre ambos se altera al no haber sido capaz de llegar a conseguir un objetivo, los dos pueden empujarse con precisión y empleando una capacidad realista en la integración del ser y ayudará a recuperar el equilibrio en su vida..interesante publicación,esa línea fina que divide y une a la vez, en ese borde se revela la ontologia. Gracias FRANCiS.
Ser la pregunta en constante reformulación… el acto de oscilar…
🙌🏻 es ahi 🙌🏻