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PELEÉMONOS O MORIMOS

El poder no soporta el vacio. Boba Fett.
Mientras Cristina y Mauricio, actores sin Oscar pero con reconocimiento internacional y sin guion o directores de renombre, mantienen en cartelera y a teatro lleno, y van por el noveno año, la obra póstuma de la mediocridad politik “Peleemos o nos morimos”. El publipueblo se renueva y hay quienes ya la han visto más de cinco veces y no pueden dejar de volver a verla. Los principales medios una y otra vez renuevan sus editoriales y se bandean entre elogios y criticas. Sumando horas de espacios televisivos, escritos y redes. Redes que rebosan pescando en el aljibe del desagüe popular y aristocrático de una sociedad impregnada del cloroformo de la culpa es el otro.

La obra teatral está llena de actores de reparto codicioso, que aceptan cualquier dadiva por subir al escenario y vociferar algunas líneas. Pero hay otros, los camaleones, principiantes de la dramaturgia que permanecen incólumes revoloteando el escenario, esperando un aplauso perdido o que al final de cada representación las dos figuras principales en el saludo final los señalen para el publico los ensalce en vítores, aunque en la próxima función ya estén despedidos.

Dedicado a todos los llamados a la función, y a los que ya retirados de la vida teatral, siguen viviendo en carne propia esta vida de matrioskas y de payasos tristes. Otra ciudad, otro teatro. En la sala de espera un grupo de actores preparan su personaje, entre risas y conversaciones se acercan al artista que está en la barra pretendiendo parecer despreocupado frente a los demás. Es el desierto del mundo, donde han quedado las palabras, los pensamientos y la poesía. Es el largo tiempo muerto, que solo interrumpe la voz de la publicidad, y que al final del programa de televisión, dice: “Gracias a todos por estar aquí”.

La vida se ha convertido en una secuencia de imágenes, que no es más que una película en blanco y negro. En la cual el color está en la luz, que es una ilusión del ojo. La vida es pasar de escena, hay como una niebla que te tapia la visión ajena, y solo tienes alucinada tu propia imagen. Y esta imagen no es más que un reflejo de la luz, que te ilumina a ti mismo.

Donde ves al mundo con un humor negro y terriblemente cínico. Y nada de lo que oyes o ves, es más que una ilusión puramente provocada por el cerebro. La mente tiende a ver todo en blanco y negro, pero hay algo en nuestra retina, que nos ayuda a distinguir el color. Es el ojo que ve todo en blanco y negro, pero luego se proyecta la película en un teatro coloreado con un foco de luz.

Entre la vida real y la vida imaginaria, entre el mundo de los sueños y la realidad, entre lo que uno es y lo que no es, entre lo que uno dice y lo que uno hace. La obra teatral sigue y nosotros productores inconscientes no la bajamos de cartel.

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