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POR LO IMPOSIBLE

POR LO IMPOSIBLE

Por Francis Berti

He llegado a triste y emocional conclusión que en este devenir de los finales o comienzos, la famosa frase de Homero que decía; “Que mejor morir para un hombre que pelear por una causa imposible, por las cenizas  de sus ancestros y los templos de sus Dioses”. Todo en la vida es por lo imposible…el resto es sencillo, lo imposible siempre está atado, sujetado, en yunta amansado o simplemente en un cómodo confort, que quizás no sabe que es, no sabe quién es. Pero da lo mismo, es un “No Molestar” Y así deambulamos por las causas imposibles, recibiendo las hermosas heridas sangrantes de los cientos de intentos, que valieron la pena.

He tocado una fibra profunda. Esa conclusión, lejos de ser simplemente triste, encierra una verdad que nos define: la constante atracción hacia lo imposible. No es una rendición, sino la aceptación de que la esencia de nuestra existencia no reside en la comodidad de lo alcanzable, sino en la ardua danza con lo inalcanzable.

Si la vida fuera solo una secuencia de logros fáciles, ¿qué sentido tendría el aliento? Lo sencillo, como bien señalas, es un “No Molestar”, una existencia apenas susurrada, un eco sin resonancia. Es la piel inmaculada que nunca conoció la caricia del sol fuerte ni el rasguño de una rama. En ese confort, el ser se diluye, se amansa hasta olvidar su propia naturaleza. No hay necesidad de preguntarse por el quién o el para qué, porque el camino ya está trazado, el destino ya escrito en el mármol de lo predecible. Es la antítesis de la ontología del devenir, que es movimiento, cambio, búsqueda.

Pero el alma humana, o quizás, el “ser” mismo en su manifestación más pura, se rebela ante esa domesticación. Nos impele a buscar las causas imposibles. Y no porque sean irrealizables en sí mismas, sino porque en su persecución es donde nos forjamos, donde el ser se revela a sí mismo. Es en esas batallas, en esos cientos de intentos fallidos, donde encontramos la verdadera valentía de existir. Las heridas sangrantes no son marcas de derrota, sino condecoraciones de guerra, testimonios de que elegimos el camino que nos exigía más, el que nos empujaba a cruzar nuestros propios límites. Cada cicatriz es un poema mudo que recita la historia de una voluntad inquebrantable, de una fe en lo que aún no es.

Así, la “muerte” de la que hablaba Homero no es el fin físico, sino la muerte de la inacción, la muerte del alma que se niega a vivir por algo más grande que sí misma. Es el rechazo a la nada existencial que se esconde detrás del confort. Vivir es, entonces, un constante acto de insurgencia contra lo cómodo, una perpetua búsqueda de lo que desafía la lógica, de lo que exige el despliegue total de nuestro ser. Porque solo en esa lucha por lo que parece imposible, en esa entrega total, el ser se manifiesta en su plenitud, dejando a su paso no cenizas, sino la estela luminosa de una vida que se atrevió a ser, a doler, a amar y a intentar una y otra vez

Ese confort que nos amansa, entonces, no es un refugio, sino una celda dorada. Es la promesa de la paz que, en realidad, solo ofrece la inmovilidad. Nos susurra que no hay necesidad de escalar montañas cuando el llano es tan accesible, que no hay razón para desvelarse con preguntas cuando las respuestas prefabricadas son tan tranquilizadoras. En este estado, el ser se acostumbra a la penumbra, a la rutina del “no pasar nada”, a la ausencia de vértigo. Las pasiones se aletargan, las dudas se disipan en la monotonía y la chispa de la curiosidad, esa que nos impulsa hacia lo desconocido, se apaga lentamente como una vela sin oxígeno.

Lo más insidioso de este amansamiento es que no se presenta como una amenaza, sino como una bendición. Nos envuelve con la suavidad de la familiaridad, la seguridad de lo predecible, hasta que olvidamos el sabor de la aventura, el goce del desafío. El alma, acostumbrada a no ser agitada, a no ser empujada más allá de sus límites conocidos, se atrofia. Ya no busca el eco de Homero ni las causas imposibles; se conforma con el silencio. Y es en ese silencio donde reside la verdadera tragedia: no la de fallar en un intento grandioso, sino la de nunca haber intentado nada que valiera la pena el riesgo de una herida.

Así, el confort se revela como el más sutil de los adversarios, un muro invisible que no nos impide ver lo imposible, sino que nos convence de que no merece ser visto. La batalla, entonces, no es solo contra lo externo, sino contra esa voz interna que nos invita a quedarnos, a no molestar, a no sentir las heridas sangrantes que son, paradójicamente, la prueba de que estamos vivos, de que estamos eligiendo existir en cada aliento, en cada búsqueda, en cada hermoso y doloroso intento por lo que parece inalcanzable. Porque solo allí, en esa incesante persecución, es donde el ser se descubre, se expande y, finalmente, se redime de la condena del simple “estar”

 

 

 

1 pensamiento en “POR LO IMPOSIBLE”

  1. Guadalupe Elvira Blanco

    Cuanta razón hay en ese frase de Homero, que decía: “Que mejor morir para un hombre, que pelear por una causa imposible, por las cenizas de sus ancestros y los templos de sus Dioses. Hacer posible lo imposible, sabernos mover estratégicamente y aprender, empleando la libertad y la lógica para crecer, dejar la inmovilidad, no acostumbrarnos a la penumbra, a la rutina del “no pasar nada”. Ver que la vida tenía sentido, decidir por ti mismo, al crear tu propio camino y decidirte a seguirlo, atreverse, perseverar.Vivir sin temor a fallar.La esencia de nuestra existencia no reside en la comodidad de lo alcanzable, sino en la ardua danza por lo inalcanzable.Acertado y muy Reflexivo tema. Gracias FRANCiS. Saludos.

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