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TEATRO. UN SOLO ACTO EN TRES ESCENAS.

TEATRO. UN SOLO ACTO EN TRES ESCENAS.

Por Francis Berti

Imaginen un escenario minimalista, una gran puerta verde, una luz fosforescente entrando por debajo de ella, de a ratos. Desde adentro se encuentran asustados nuestros personajes él se llamaba “Achon” y ella “Cucar”. Se encontraron por casualidad, no se conocían, cuando se miraron estaban los dos aterrados. Se reconocieron por sus ojos, por su textura, su forma, sus gestos y sus miedos. La luz fosforescente pasaba por debajo de la puerta con un sonido de destrucción aunque  eran los instantes…

PRIMER ESCENA. “GATTACA”

Cucar: (Entra antes que la luz la golpee)

Achon: – Le pregunta- ¿Quién eres?

Cucar: -Me llamo Cucar, vengo escapando y entre aquí.

Achon: Me llamo Achon- Y hace mucho tiempo que estoy aquí.

Cucar: ¿Y porque no has salido? ¿Y por qué no has salido?

Achon: (Su voz es un susurro áspero, casi como el roce de un pañuelo viejo) Porque no sé si hay un afuera. La luz, ¿la ves? Esa luz que ahora nos acaricia, a veces es una pared, otras un túnel sin fin, y otras… otras es el eco de una voz que me dice que el afuera ya no existe.

Cucar: (Sus ojos, aún grandes por el susto, se clavan en la luz que entra por debajo de la puerta. Se atreve a acercar una mano temblorosa, pero se detiene antes de tocar el resplandor) ¿Una voz? ¿Qué te dice?

Achon: (Un destello de desesperanza cruza su rostro) Dice que no hay más que este aquí, que lo que buscamos afuera, lo que anhelamos, es solo una proyección de nuestro propio brillo. Que escapar es inútil si el laberinto lo llevamos dentro.

Cucar: (Retirando la mano, pensativa. La luz vuelve a pasar, más intensa esta vez, bañándolos a ambos en un fulgor esmeralda) Pero yo sentí el escape. El impulso de huir era tan real como este suelo. ¿No es eso una certeza?

Achon: (Mira a Cucar, y por primera vez hay algo distinto al miedo en sus ojos, quizás una chispa de curiosidad, o de cansancio ante su propia resignación) ¿Es real el impulso o la necesidad de una historia que nos impulse? Aquí, la única certeza es la luz que va y viene. Y la puerta.

Cucar: (Se acerca a la puerta, no con la intención de abrirla, sino de escucharla, de sentir el aire que, quizás, se mueve al otro lado) La puerta… (Murmura, casi para sí misma) ¿Nunca intentaste… saber qué hay detrás?

Achon: (Su mirada se pierde en algún punto más allá de la puerta, como si intentara recordar algo olvidado) Intenté… al principio. Grité, empujé, arañé la madera hasta que mis manos sangraron. Pero la puerta no cede. Y la luz… la luz siempre me empujaba de vuelta. La verdadera pregunta, Cucar, es: ¿por qué estamos aquí, solo nosotros dos? ¿Dónde están los demás? ¿O es que nunca hubo “demás”?

Cucar: (Se aleja de la puerta, observando a Achon con una mezcla de fascinación y preocupación) Yo tampoco vi a nadie más. Solo el miedo persiguiéndome, y luego este lugar. Como si el mundo se hubiera encogido hasta incluir solo esto. ¿Crees que somos los últimos? ¿O los primeros en un lugar que no tiene principio ni fin?

Achon: (Una risa corta y amarga escapa de sus labios) Los últimos, los primeros… al final, somos los únicos. Y eso es lo que más aterra. La soledad de esta certeza. Si la luz que nos atraviesa es un instante de brillo, ¿significa que estamos destinados a brillar, por un momento, en esta soledad infinita?

Cucar: (Niega con la cabeza, sus ojos de nuevo en la luz intermitente) No lo sé. Pero si estamos aquí, y la luz nos reconoce, quizás haya un propósito. Quizás la salida no sea una puerta, Achon. Quizás sea… (Extiende una mano hacia él, dándose cuenta de la fragilidad de su propio gesto)…encontrarnos. ¿Podríamos salir si… lo intentamos juntos? ¿O estamos destinados a ser solo ecos el uno del otro en este lugar sin nombre?

Achon: (Mira la mano extendida de Cucar, luego la puerta, y finalmente la luz que de nuevo los baña en su brillo fugaz. Por primera vez, hay una vacilación en su resignación) Juntos…

Un Café en el Limbo con Sabor a Absurdo

Achon: (Retira lentamente la mirada de la mano de Cucar, como si contara los milímetros de aire que los separan. Luego, con un suspiro que parece venir de un barril vacío) Juntos… eso suena a un buen plan de escape. Siempre y cuando haya un café con medialunas al otro lado. Porque si no hay café, ¿de qué sirve salir? ¿Para qué tanto drama existencial?

Cucar: (Una pequeña sonrisa, la primera, asoma en su rostro) ¿Café? Pensé que te preocupaba la metafísica de la existencia. Ahora resulta que tu universo se rige por la cafeína. Eso sí que es un giro argumental inesperado.

Achon: (Con un encogimiento de hombros casi imperceptible) La metafísica es agotadora. Uno piensa, piensa y al final ¿qué? ¿Llega a la conclusión de que hay que barrer el polvo de las esquinas o que el sentido de la vida es encontrar un calcetín perdido? No, Cucar. Dame un buen expreso y la verdad se ve más clara. O al menos, más tolerable.

Cucar: (Ríe suavemente, el sonido un poco oxidado por la falta de uso, pero genuino) Entonces, si salimos juntos, ¿prometes no divagar sobre el significado del azúcar en el universo? Porque con la luz que entra por debajo de la puerta, a veces siento que ya estoy al borde de la epifanía del grano de arroz.

Achon: (Enarcando una ceja, ahora con un atisbo de picardía) Solo si tú prometes no intentar descifrar el pasado de la puerta. Me tiene sin cuidado si es del Renacimiento o la compraron en oferta. Lo importante es si abre. Y si lo que hay detrás justifica el esfuerzo de haber evitado que el miedo nos convirtiera en estatuas de sal.

Cucar: (Mira la luz, que parpadea con un ritmo caprichoso, y luego a Achon. La soledad que sentía ya no es tan punzante) Quizás la puerta no sea la salida, Ochon. Quizás sea el umbral de una muy larga espera. ¿Crees que este lugar tendrá servicio a domicilio? Porque si tenemos que esperar, al menos que traigan unas facturas.

Achon: (Una tenue sonrisa se dibuja en sus labios. Levanta la mano, ahora con menos temblor, y por primera vez parece capaz de un gesto que no sea de terror) Medialunas de grasa… Eso sí que es una certeza. Y si no las hay, podemos discutir el significado ontológico de la miga. ¿Trato?

Cucar: (Extiende su mano y, esta vez, Achon la toma. La luz fosforescente vuelve a bañarlos, pero ahora no parece una destrucción, sino un foco de escenario. Un brillo que quizás ya no sea solo un instante, sino el inicio de una escena.) Trato.

La Sombra de la Tetera

Achon: (Al sentir el contacto de la mano de Cucar, un escalofrío que no es de frío ni de miedo recorre su brazo. La luz fosforescente, que antes solo parpadeaba, ahora pulsa con un ritmo propio, como un corazón lejano. De repente, el suelo bajo sus pies parece… ¿gelatina? No, algo peor: parece que el suelo está hecho de pequeños relojes de bolsillo, todo tic taqueando a destiempo.) Espera, Cucar. Mi mano… siento que mi mano se está convirtiendo en un paraguas invertido. Y el suelo… ¿el suelo está hecho de tictacs? No, de relojes de abuelo que se suicidaron por falta de cuerda. Esto es nuevo.

Cucar: (Sus ojos se abren de par en par. La mano de Achon no parece un paraguas, pero la suya propia comienza a emitir un suave zumbido, como el de una abeja adormecida dentro de un dedal. Y la luz, oh, la luz no solo brilla; ahora proyecta en la pared la sombra gigante de una tetera con patas de flamenco que baila un zapateado silencioso.) ¡El suelo siempre fue de madera, Achon! ¡Y mi mano zumba! ¿Es la magia del trato o es que el miedo finalmente nos ha dado la bienvenida a su fiesta de disfraces?

Ochon: (Intentando mover sus dedos-paraguas) No lo sé, pero si mi mano va a ser un paraguas, espero que al menos proteja de la lluvia de ideas sin sentido. Y esa tetera… esa tetera tiene una mirada sospechosa. ¿No crees que nos está juzgando? Tal vez ella es la guardiana de las facturas. O de los calcetines que se declaran teteras melancólicas. Todo es muy… convincente, pero incomprensible.

Cucar: (Intenta sacudir su mano zumbadora, pero el zumbido se intensifica, casi una melodía. Se encoge de hombros.) Si nos juzga, seguro es por la falta de protocolo al entrar en este limbo. Seguramente hay un manual para “Entrar a un espacio indefinido con teteras bailarinas y manos-paraguas”. Y nosotros, como siempre, nos lo saltamos. Pero el humo… ¿sientes el humo de la lámpara que se apagó en el futuro? Creo que nos está enviando un mensaje codificado en partículas de nostalgia.

Achon: (Con los ojos fijos en la sombra de la tetera, que ahora parece guiñar un ojo de vapor) La nostalgia es un concepto muy sobrevalorado cuando el presente te convierte en utensilio doméstico. Pero el humo… sí, es diferente. Huele a preguntas sin respuesta y a posibilidades que flotan como polen. Quizás la salida no esté en la puerta, Cucar. Quizás esté en aprender a bailar zapateado con la tetera mientras se desinflan los relojes del suelo. O en encontrar el manual del absurdo. O en que mi mano-paraguas decida abrirse y atrapar un rayo de sol.

Cucar: (Su zumbido se vuelve un coro suave y armonioso. Mira la mano de Ochon, luego la suya, y finalmente sonríe, una sonrisa más amplia que antes, una que no es de miedo sino de una aceptación curiosa) Quizás, Ochon. O quizás la salida es simplemente aceptar que somos dos sombras bailando con una tetera invisible en una habitación de tictacs. Y que eso, por sí mismo, es la mayor de las magias. Y que las facturas, al final, aparecerán de la nada, traídas por un duende mensajero que habla en rimas imposibles… Como las de este deshilachado Cucar-Achon que hablo dormido…

 

2 pensamientos en “TEATRO. UN SOLO ACTO EN TRES ESCENAS.”

  1. Descubrir la magia del absurdo, de relojes, de luces verdes fluorescentes , de teteras y sus sombras bailarinas , de miedos y sonrisas … que nunca falten Alicias en países de maravillas ni cucarachones en busca de medialunas con café arrullados en manos aparaguadas rimando …

    solo algunos pocos conocen la salida, la puerta es una obviedad . No es por ahí . La señal está en las manos, en los duendes y las miradas

  2. Guadalupe Elvira Blanco

    Hermoso relato. A través de la magia de lo absurdo, disfrutar a través de miedos y sonrisas, de relojes, fascinarse con las sombras de las luces verdes y brillantes , que se cuelan por la puerta entreabierta. Sentirse como
    Alicia en el país de las maravillas, la puerta está en nuestras manos, en nuestras mentes, dejar atrás las preocupaciones materiales y los desafíos que enfrentamos a diario.La llama de la esperanza es nuestra guía, quedará grabado en la memoria y el cuerpo físico durante todo el tiempo que el alma puede recordar. Gracias Francis.

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