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LA HUMANIDAD QUE ASPIRO

LA HUMANIDAD QUE ASPIRO

Por Francis Berti

¿Qué  humanidad aspiro? Y por allí centro mi único poder, sencillo, mal hablado, incongruente, libre, sin ataduras. Siempre en el imperceptible, en la conducta desatada de todos aquellos que por una u otra razón, se pierden. Y, es allí cuando la humanidad se ilumina, se instala, percibiendo inocua y terminante en el hueco que lo perfora y se oculta sin nombre.

Ese hueco, ¿no es acaso la boca de una caverna ancestral? La que nos llama desde lo más profundo de lo que somos, más allá de la piel y los discursos pulcros. Aspiramos a una humanidad que no teme explorar sus propias grietas, sus fisuras de sentido. Una humanidad que, como el espeleólogo en la oscuridad, no busca la luz exterior, sino la revelación de lo que se esconde en las galerías subterráneas de su propia conciencia. Allí, donde el aire se vuelve denso y el eco responde con su propia pregunta, es donde el ser se enfrenta a su propia desnudez, despojado de las máscaras que la superficie impone.

Porque la conducta desatada, esa que el mundo juzga como extravío, es, en verdad, el río subterráneo que fluye sin el cauce impuesto, erosionando las rocas de lo preestablecido. Es en esa “pérdida” aparente donde se halla la verdadera brújula interna, esa que no apunta al norte geográfico, sino al corazón de lo auténtico. Como los minerales raros que solo se encuentran en las profundidades inexploradas, esta humanidad que aspiro reside en la percepción de lo inocuo y lo terminante en ese vacío que nos perfora. No es un vacío de carencia, sino un hueco existencial que nos define por la ausencia de límites, por la posibilidad infinita que reside en la renuncia a un nombre, a una etiqueta, a una forma fija.

Es un descenso a la ontología de lo informe, a la geología del alma donde las estratos de la convención se rompen. Y en esa oscuridad, lejos del sol y de las miradas juiciosas, la humanidad se ilumina desde adentro, no con un fulgor visible, sino con la claridad inherente a la comprensión de que somos, fundamentalmente, exploradores de nuestra propia insignificancia cósmica y, a la vez, de nuestra inmensurable profundidad. Es la aceptación de que la existencia no tiene un mapa preestablecido, sino que se traza en cada respiración suspendida, en cada paso incierto dentro de la caverna del ser sin nombre

 

 

1 pensamiento en “LA HUMANIDAD QUE ASPIRO”

  1. Guadalupe Elvira Blanco

    La humanidad que aspiro?,El pensamiento negativo distorsiona la percepción del presente.El centro único de poder, es un
    Puente energético a la ontologia de lo informe, a la geología del alma, estamos afectados por lo que hacemos entre todos,todo lo que construyas desde el ego está condenado al fracaso, lo que construyas desde el ser esta condenado a la trascendencia.la aceptación no tiene un mapa preestablecido de la existencia, nuestra capacidad de creación esta tan debilitada, de la misma forma que esta debilitada nuestra capacidad de saber ser.cada experiencia trae un mensaje, una guía en expansión. Gracias FRANCiS. Gran reflexión.Saludos.

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