AGRADECER SIN PALABRAS (SIN METAFORAS SOLO METAS)

AGRADECER SIN PALABRAS (SIN METAFORAS SOLO METAS)

Por Francis Berti

 Sin palabras. Solo gracias. Por ser y estar. Por encontrarme. Por insistir Por encender las luces que guían imagen real después de leerte /me: una lágrima me quedo enganchada en el ojo, no termina de caer, la música en mis oídos suena acompañando como siempre… apenas una mueca de sonrisa y mucha emoción. Acá, en este viaje de ida. En el silencio que acompaña a la gratitud, las palabras se desvanecen, dando paso a un lenguaje más profundo, un lenguaje de la razón. Un  universo de emociones, un reconocimiento a la magia que ha tocado. Mi camino, sin presencia, que  conforta en fuerza impulsada. Encontrarme en la inmensidad del pajar del mundo, por tenderme la mano sin agujas y a levantar cuando tropiezos. Insistir, por no rendirte nunca ante mis dudas y miedos, por creer en mí cuando yo mismo no lo hacía. Hacia la imagen real, hacia la verdad que reside en mi interior. Esa lágrima que se aferra a tu ojo, suspendida en el aire, es un testimonio de la profunda conexión que se ha establecido. Es una lágrima de alegría, de emoción, de gratitud. La música que suena en tus oídos es la banda sonora de este viaje de ida, un viaje de autodescubrimiento, de transformación. Apenas una mueca de sonrisa, pero cargada de un significado incalculable. Es la sonrisa de la esperanza, de la ilusión, de la fe en el futuro. Alegrías, tristezas, triunfos y fracasos. Que este viaje sea largo. Parte de este viaje. Donde la realidad deja de prostituirse y florecen los naranjos anunciando un cielo naranja en verde. Así sin pronunciar una sola palabra mi interior esta calmo la ebullición camina, no corre, no puede. Porque el escenario se expande y todo lo cubre y fluye. Una proyección infinita de protagonistas invisibles, intocables de los perezosos. Imagen hiperrelentizada que perfecciona lo perfecto en la distancia aun más perfecta que es la que no existe. Tan solo existiendo. En ese lugar mágico, donde la realidad se libera de las ataduras y  la quietud reina en el ambiente, y las palabras se convierten en ecos lejanos, incapaces de expresar la belleza que nos rodea. Sin pronunciar una sola palabra, mi interior se sumerge en una profunda paz. La ebullición constante de mis pensamientos se calma, dando paso a una serena contemplación. No hay prisa, no hay urgencia, solo la fluidez del presente  se expande ante mis ojos, como un universo infinito que se despliega en todas direcciones. Todo lo que me rodea se cubre de una luz dorada, y una sensación de armonía invade. En este espacio etéreo, puedo observar unas proyecciones infinitas de protagonistas invisibles, seres intangibles que solo son perceptibles para aquellos que han abierto las puertas de su percepción. Son los guardianes de este lugar mágico, los maestros de la quietud y la armonía. La perfección se intensifica, hasta alcanzar un nivel de belleza que solo existe en la imaginación. Es una belleza que no necesita ser tangible, que se experimenta. Solo existiendo en este presente, en este lugar mágico, puedo comprender la verdadera esencia de la vida. Soy parte de todo lo que me rodea, y todo lo que me rodea es parte de mí. Somos  en una danza infinita de energía y conciencia. En este estado de plenitud, las palabras sobran. La comunicación se establece a través de la mirada, del tacto, del latido de la premonición. Es una comunicación profunda, auténtica y sin barreras. Aquí, en este  terrenal, he cosechando sin arrancar una sola hoja de lo que tanto anhelaba. He aprendido a vivir en el presente, a apreciar la belleza que me rodea y a conectar con mi esencia más profunda. No es una ilusión, sino una experiencia tangible. Una realidad donde la felicidad no es un destino, sino un camino que se recorre paso a paso, con el corazón abierto y la mente receptiva.