EL TERCERO
TEATRO EN UN SOLO ACTO
Por Francis Berti
ESCENARIO: Un escenario minimalista. Una mesa larga se extiende a lo ancho. Sobre uno de los extremos, una silla bajo una luz verde intensa. En el otro extremo, otra silla bajo una luz roja penetrante. En el centro, una tercera silla que hasta ahora ha estado vacía.
PERSONAJES:
- LA IRA: (Energía explosiva, movimientos bruscos al inicio. Su voz es punzante, directa.)
- LA PACIENCIA: (Movimientos lentos, deliberados. Voz suave, contenida, que irá ganando fuerza.)
- LA BENEVOLENCIA: (Presencia serena pero firme. Su voz es clara, compasiva, con autoridad tranquila.)
(Oscuridad total. De repente, una luz roja violenta irrumpe, iluminando un extremo de la mesa y la silla. LA IRA entra con un paso firme, casi violento, dirigiéndose directamente a la silla bajo la luz roja. Se sienta con un golpe seco. Su mirada es un dardo. Un momento de silencio tenso. Luego, una luz verde, más suave, se enciende en el otro extremo de la mesa. LA PACIENCIA entra despacio, casi flotando, su presencia es una calma que choca con la intensidad roja. Se sienta lentamente en la silla bajo la luz verde. Ambas se miran, aunque LA IRA parece más bien desafiar.)
LA IRA: (Seca, sin preámbulos) ¿Otra vez aquí?
LA PACIENCIA: (Con una calma que irrita) Siempre. Donde hay un camino, me encontrarás.
LA IRA: ¡Pura palabrería! Caminos… Lo tuyo es estorbar. Freno. Cadena.
LA PACIENCIA: Soy el aliento. El espacio entre el impulso y el abismo.
LA IRA: ¡Abismo! ¡Tonterías! El único abismo es la espera inútil. ¡La tuya! Los segundos que se estiran como chicle viejo. La vida se nos va, ¿y vos ahí, sentada, mirando cómo se diluye?
LA PACIENCIA: Mirando cómo se forma. Cada grano de arena en su lugar.
LA IRA: ¡Me revienta esa quietud! ¡Me enciende! ¡Quiero reventar lo que no se mueve!
LA PACIENCIA: (Suavísima) Lo que revienta, luego tiene que reconstruirse. Y eso… lleva tiempo. Mucho.
LA IRA: ¡Tiempo! ¡Tu palabra favorita! ¿Sabés qué es el tiempo para mí? Un grillete. Un tic-tac que se burla. Yo quiero que las cosas estallen, ahora. ¡Quiero que lo que siento salga, sin filtro, sin tu maldita… contención!
LA PACIENCIA: Esa contención que te impide quemar lo que amas. Quemarte a ti misma.
LA IRA: ¡Bah! ¡Falsedad! ¿Y qué si quemo? El fuego purifica. Destruir es crear de nuevo. ¡Vos solo sabés mantener la ceniza quieta!
LA PACIENCIA: (Un primer atisbo de firmeza, pero aún suave) La ceniza… es el recuerdo de lo que fue. Y a veces, de esa ceniza, surge algo… distinto. Que no hubiese existido si no hubieses dejado que se asentara.
LA IRA: (Golpea la mesa con la palma abierta) ¡Y si no lo quemo yo, lo quema el óxido de tu lentitud! ¡Tu conformismo de estatua! ¡Tu indiferencia disfrazada de sabiduría!
LA PACIENCIA: (Su voz empieza a cobrar una resonancia inusual, un filo imperceptible) ¿Indiferencia? No. Solo la certeza de que el fruto no nace de la semilla que se arranca. Solo la comprensión de que el grito… a veces se confunde con el eco.
LA IRA: ¡Y la paciencia con la cobardía! ¡Con el miedo a vivir, a sentir hasta el hueso! ¡A romper la jaula!
LA PACIENCIA: (Levantando la voz, ahora con una cadencia que sorprende, casi emparejándose en volumen con La Ira, pero con una frialdad cortante) ¡Cobardía es no poder soportar la incomodidad de la espera! ¡Es huir del silencio que te muestra lo que eres sin el estruendo de tu furia! ¡Dices querer la verdad, pero solo toleras la que grita! La tuya, Ira, es una verdad que se autoengaña en su propia prisa. ¿Destruir para crear? ¡No! Destruir para no esperar la creación. ¡Para no ver que, quizás, lo que ya existe es el verdadero milagro, y tú, con tu ímpetu, solo sabes derribar el castillo para no esperar la arena!
LA IRA: (Atónita por la súbita fuerza de La Paciencia, casi un murmullo, pero aún con rabia) ¡¿Arena?! ¡¡Yo soy la fuerza que mueve montañas!!
LA PACIENCIA: (Su voz ahora es un vendaval, pero pausado, cada palabra un golpe, con un tono que refleja la propia ferocidad que antes era exclusiva de La Ira) ¿Montañas? Eres el derrumbe, no la montaña. La montaña resiste. La montaña espera. Tú ardes, sí, pero el incendio pasa. Y lo que queda… ¿qué es? ¿Un paisaje quemado, anhelando el verde que solo mi paso lento puede devolverle? ¡Tú hablas de libertad, pero eres esclava de tu propio arrebato! ¡Te consumes en tu propia llama y luego…! (Hace una pausa dramática, su mirada fija en La Ira. De repente, una luz azul se enciende en el centro del escenario, iluminando la tercera silla. LA BENEVOLENCIA entra con paso tranquilo y sereno, pero su presencia es inmediatamente magnética. Se sienta en la silla central, observando a ambas con calma.)
LA BENEVOLENCIA: (Su voz es clara y dulce, pero con una firmeza que corta la tensión) Perdonen la interrupción. Soy La Benevolencia. Y creo que ambas han olvidado algo.
LA IRA: (Sorprendida, se gira hacia La Benevolencia, su furia momentáneamente eclipsada por la intrusión) ¿Y quién… quién te ha llamado a ti? Nadie te necesita en esta… discusión.
LA PACIENCIA: (Su voz, que empezaba a quebrarse, recupera un leve rastro de su calma original al ver a La Benevolencia, pero con una confusión visible) No… no te recordaba aquí.
LA BENEVOLENCIA: No se me suele recordar cuando la casa arde o el tiempo se estira hasta el punto de quiebre. Pero siempre estoy. Entre el fuego y la espera. Yo soy el hilo invisible que teje la posibilidad de un mañana mejor. La comprensión sin juicio. El abrazo que no pregunta.
LA IRA: (Con un resoplido, aunque con menos convicción) ¿Abrazos? ¡Bah! La vida es dura. Hay que golpear primero. O te golpean a ti.
LA BENEVOLENCIA: (Mirando a La Ira, su voz llena de una compasión que no es debilidad) Y en cada golpe, ¿qué queda? ¿Más heridas? ¿Más desolación? Entiendo tu deseo de que las cosas se muevan, Ira. Tu impulso es una fuerza formidable. Pero sin un cauce, sin un propósito que no sea solo destruir lo que te incomoda, te agotas. Te consumes en tu propia vorágine. Y de tu ímpetu… solo queda el vacío.
LA PACIENCIA: (Mirando a La Benevolencia, un brillo de esperanza en sus ojos, aunque aún con la confusión de su voz alterada) Y la espera… ¿no es a veces una prisión? Uno ve el dolor, y solo puede… ¿qué? ¿Ser testigo?
LA BENEVOLENCIA: (Se vuelve hacia La Paciencia, su voz se suaviza aún más, invitando a la calma) La espera no es una prisión cuando se convierte en espacio para sanar. Para entender. Para crear con intención, no por reacción. Tu calma es valiosa, Paciencia. Es la tierra fértil. Pero si esa tierra nunca se siembra con la semilla del entendimiento activo, de la mano tendida, ¿qué florece? Solo un desierto de inacción.
LA IRA: (Su voz, que empezaba a sonar como la de La Paciencia, se detiene, confundida. Se mira las manos, como si no las reconociera.) Yo… no… no sé… ¿Quién soy? Si… si no grito… ¿existo? Y… y si no espero… ¿a dónde voy…? (Se mira las manos, su postura se ha suavizado, casi un reflejo de la que tenía La Paciencia al entrar.)
LA PACIENCIA: (También se levanta, con una lentitud que ya no es propia, sino… una mezcla. Sus ojos están fijos en La Ira, pero con una mirada que no discierne. Su voz es una amalgama. Las luces roja y y verde del escenario comienzan a parpadear, mezclándose en un púrpura indefinido.) ¿Gritar… esperar…? Todo se funde… ¿No somos… lo mismo…? La quemadura… y la cicatriz… La prisa… y la eternidad del segundo… Uno es… el reflejo del otro… en un espejo… que se rompe… para mostrar… que nunca… hubo… dos.
LA BENEVOLENCIA: (Se levanta lentamente, su luz azul parece envolver a La Ira y La Paciencia. Extiende una mano hacia cada una, no para detenerlas, sino para unirlas. Su voz es ahora la más dominante, pero llena de una profunda paz.) No son dos, si se niegan a ser tres. (Ambas la miran, perplejas, pero a la vez, con una extraña atracción. Sus propias voces se han silenciado, perdidas en la mezcla. La luz púrpura se intensifica, pero es el azul de La Benevolencia el que domina, tiñéndolo todo. La Benevolencia mira directamente al público.) La Ira es el catalizador. La Paciencia, el cimiento. Pero solo yo soy el puente que transforma el incendio en calor, y la espera en oportunidad. Soy lo que nace cuando el caos y la quietud se encuentran, no para anularse, sino para comprender que son parte de una misma sinfonía. Una sinfonía que no puede existir sin el tercero.
(Las luces, roja y verde, se funden por completo en el azul. LA IRA y LA PACIENCIA se miran mutuamente, luego a LA BENEVOLENCIA, sus expresiones ya no son de confusión, sino de una extraña serenidad, casi como si se hubieran reconocido a sí mismas en los ojos de la otra, a través de La Benevolencia. La Benevolencia sonríe suavemente. La luz azul se mantiene un instante, luego, lentamente, comienza a desvanecerse hasta la oscuridad total. Un silencio denso cae sobre el escenario.)
Me encantó la representación del manejo de las emociones en el escenario minimalista de la vida.La irá como un
Sentimiento de indignación y enojo, se ve controlada por la paciencia y la benevolencia . La paciencia con sus movimientos lentos, deliberados va ganando fuerza. La benevolencia, siempre serena pero firme, su presencia clara. compasiva. siempre ejercerá una autoridad tranquila.La irá es el catalizador, la paciencia, el cimiento. Está en uno transformar . el fuego en calor y la espera en oportunidad. Las trampas emocionales dejan cicatrices en quien las sostiene., la sabiduría está en no reprimirlas sino aprender a entenderlas, calmarlas y liberarlas,como
un renacer cuando el caos y la quietud se encuentran, no para anularse sino para comprender que son parte de una misma sinfonía, una sinfonía que no puede existir sin el tercero. Excelente dramatización. Y FRANCiS . Saludos.