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FRANCIS BERTI TEATRO (OBRA N° 12)

TEATRO EN UN SOLO ACTO (OBRA N° 12)

¿LOS PORQUE? ¿LOS PARA QUE?

Por Francis Berti

TEATRO EN UN SOLO ACTO

TTULO:

¿LOS PORQUE? ¿POS PARA QUE?

ESCENARIO: Un escenario muy cambiante, como unos dos escenarios enfrentados y con muchos escenarios ambiguos. Con sillas que vacías en el escenario, se llenan y de golpe se vacían. Dos personajes, ¿LOS PORQUE? y el otro ¿LOS PARA QUÉ?, no muy vehementes en sus propias defensas, de sus intereses reconstruyendo sus principios de determinación para hacerse del prestigio en la lucha teórica y sin obituaridad, sino en una reconstrucción de una escalera de sus propias entradas sin saber a dónde. Algo se irá acercando que entrará sobre el final.

PERSONAJES:

¿LOS PORQUE?: (su vestimenta se resalta por ser una sucesión de telas de diferentes texturas y colores, sin un patrón definido, como si hubiese robado un trozo de cada época. Su voz es rápida, llena de urgencia y desdén).

¿LOS PARA QUÉ?: (su presencia destella lo primordial. Lleva una sola tela, lisa y sin costuras, de un color blanco inmaculado. Su voz es grave, profunda, con una cadencia resonante, como un pozo sin fondo).

(Al levantarse el telón, las sillas vacías del escenario se llenan instantáneamente con figuras borrosas de audiencia que, antes de poder siquiera suspirar, desaparecen, dejando solo el eco de una expectativa frustrada. ¿LOS PORQUE? está de pie sobre lo que parece ser una pila de relojes rotos. ¿LOS PARA QUÉ? se apoya en un pilar que se desmaterializa lentamente.)

¿LOS PORQUE?: (Agita un retazo de terciopelo verde y habla con urgencia) ¡Absurdo! Mira esto. La variable de la audiencia. ¿Por qué llegaron? ¿Para qué se fueron? Ninguna de las dos preguntas es resolutiva. La causa fue la necesidad de ser observados, pero el propósito fue la anulación de esa necesidad. Eres un espectro de pura intencionalidad hueca. ¿Por qué ese blanco inmaculado? Explica la causa de tu aséptica simpleza.

¿LOS PARA QUÉ?: (Su voz profunda ignora el ataque sobre su vestimenta, enfocándose en la función del vacío). La simpleza, amigo mío, no requiere causa. Solo existe. La urgencia del Porqué es la trampa del inicio. Es la ilusión de que el origen contiene la respuesta, cuando solo contiene el ruido. ¿Te has preguntado para qué sirve un reloj roto? Para liberar el tiempo de su tiranía. La audiencia se fue para que nuestro diálogo sea la única realidad funcional. Y eso es lo único que importa: la función del Ahora.

¿LOS PORQUE?: (Rueda los ojos, un gesto anacrónico para su atuendo caótico). La función del Ahora es la consecuencia de los Ayer fallidos. Tu monografía sobre la “Teleología del Vacío” es una falacia. Dime por qué esta escalera que estamos construyendo con nuestros argumentos sube hacia un techo que ni siquiera está definido. ¿No es la causa de nuestro esfuerzo la cobardía de no tocar el suelo?

(La estructura del escenario parpadea. El pilar de ¿LOS PARA QUÉ? se transforma en un andamio de cristal.)

¿LOS PARA QUÉ?: (Pasa la mano por el cristal frío, sin emoción). El techo está definido para que la escalera tenga un propósito ascendente, aunque sepamos que la ascensión es el único fin. La causa de la escalera es el miedo al plano horizontal, lo admito, pero para qué queremos la tierra si la tierra es resoluta. La resolución, querido Porqué, es obituaria. Nos mata. Vivimos en la no-obituaridad de las variables.

¿LOS PORQUE?: ¡Variables! Hablemos de ellas. ¿Por qué la luna no está hecha de queso azul, y por qué la ética de las hormigas obreras no se rige por los poemas de Catulo? Son variables que pudieron ser. Tu Para Qué no sirve de nada si no explica la necesidad causal de las millones de realidades que no elegimos.

¿LOS PARA QUÉ?: (Una sonrisa mínima, casi un temblor en el blanco inmaculado). Mi Para Qué sí las explica. Esas variables no elegidas existen para que podamos mofarnos de la arrogancia de la única variable elegida. El queso azul no está en la luna para que tú tengas algo de lo que quejarte aquí, y el poema de Catulo no rige la hormiga para que la hormiga pueda realizar su única función, que es la de ser hormiga, sin la pesada carga de la estética. Nuestro debate es el Para Qué de todos los errores cósmicos.

(El andamio de cristal comienza a emitir un sonido grave, bajo. Las luces se vuelven inestables, oscilando entre el rojo y el azul. La atmósfera se tensa, no por ira, sino por la saturación de variables.)

¿LOS PORQUE?: (Mira con desdén la escalera de argumentos que se tambalea). Tu función es tan vacía como la mía. Nuestro prestigio se basa en la anulación mutua. ¿Por qué no simplemente admitimos que la única verdad es la ausencia de la respuesta?

¿LOS PARA QUÉ?: (Levanta la barbilla, mirando más allá de la escalera). No podemos. Porque la ausencia de la respuesta solo existe para que podamos llenar el vacío con la pregunta. Y ahí está la verdadera no-obituaridad

(El sonido grave del escenario aumenta. Algo, aún fuera del campo visual, se acerca. La escalera de los argumentos se congela en un ángulo imposible.)

(El diálogo y la atmósfera previa.)

¿LOS PORQUE?: (Mira con desdén la escalera de argumentos que se tambalea). Tu función es tan vacía como la mía. Nuestro prestigio se basa en la anulación mutua. ¿Por qué no simplemente admitimos que la única verdad es la ausencia de la respuesta?

¿LOS PARA QUÉ?: (Levanta la barbilla, mirando más allá de la escalera). No podemos. Porque la ausencia de la respuesta solo existe para que podamos llenar el vacío con la pregunta. Y ahí está la verdadera no-obituaridad

(El sonido grave del escenario aumenta. Algo, aún fuera del campo visual, se acerca. La escalera de los argumentos se congela en un ángulo imposible. Las luces oscilan violentamente.)

La irrupción de la Dirección

(Desde un lateral, irrumpe ¿DÓNDE VAMOS?. Su vestimenta es un traje de viajero gastado, con mapas arrugados asomando de todos los bolsillos y unos zapatos polvorientos. No camina, avanza con una intención clara, aunque desorientada. Su voz es práctica, desesperada por la eficiencia.)

¿DÓNDE VAMOS?: (Grita por encima del ruido del escenario, visiblemente irritado por el caos.) ¡Alto! ¡Alto el fuego de la inercia! ¡Este lugar es una catástrofe logística! Llevo tres horas intentando trazar una línea y todo aquí es recursivo. ¡Una debacle de desórdenes de diálogos estériles!

(El ruido del escenario cede ligeramente, como si la presencia de la acción pura impusiera un silencio momentáneo. ¿LOS PORQUE? y ¿LOS PARA QUÉ? lo miran con una mezcla de fastidio y curiosidad intelectual, como si hubieran encontrado un insecto interesante.)

¿LOS PORQUE?: (Agita su retazo de terciopelo con superioridad). Mira tú. La variable de la dirección. La ilusión del movimiento con destino. ¿Por qué has entrado, viajero? La puerta estaba claramente marcada como “Sin Salida”.

¿DÓNDE VAMOS?: (Se rasca la cabeza, dejando caer un mapa que se enrolla instantáneamente). Entré para que este sinsentido cese. Necesito un punto de referencia. ¡Están montados en una escalera que va a ninguna parte! ¿Es el objetivo subir? ¿O es el objetivo estar en la escalera? ¡Dame una coordenada, por el amor de…!

¿LOS PARA QUÉ?: (Interrumpe, con su voz profunda, como si explicara una fórmula simple a un niño). Es la belleza de la no-obituaridad. El ascenso es el único fin para que no haya un techo resolutivo. Y la causa, viajero, es que el suelo es aburrido. No te mofes de nuestra ausencia de destino, es nuestro mayor logro.

¿DÓNDE VAMOS?: (Saca una brújula que gira sin control). ¡Me mofo de su neurosis! Están tan ocupados discutiendo la causa de la causa y el fin del fin que han olvidado lo crucial: la resolución es la única utilidad. ¿Cuál es el punto de todo esto? ¡Díganme el resultado final, la conclusión práctica!

¿LOS PORQUE?: (Con desdén). La conclusión práctica, amigo, es que no hay conclusión. El resultado es la variable infinita.

¿LOS PARA QUÉ?: (Con solemnidad). El punto de todo esto es el Para Qué de la conversación: existir para que no tengamos que existir en algo.

¿DÓNDE VAMOS?: (Grita, desesperado, mirando a la audiencia que acaba de desvanecerse de las sillas). ¡Tonterías! Si el Para Qué es la conversación, y el Porqué es la ausencia de la respuesta, ¡entonces mi pregunta ¿DÓNDE VAMOS? es la única verdadera! Nos obliga a actuar, a elegir una de las variables. ¿A la izquierda, a la derecha, o se quedan a podrirse en esta teoría estéril? ¡Yo pongo el orden!

(¿DÓNDE VAMOS? da un golpe seco al andamio de cristal, que se quiebra ligeramente, produciendo un sonido agudo que se propaga por el escenario. Es un sonido de advertencia: la acción tiene consecuencias. ¿LOS PORQUE? y ¿LOS PARA QUÉ? se miran por primera vez, no con hostilidad, sino con pánico ante la posibilidad de un final.)

La huida de la Resolución

¿LOS PORQUE?: (Su voz, siempre urgente, ahora tiene un matiz de terror genuino). ¡La resolución! ¡La acción! Es la muerte de la variable. ¡Es la obituaridad!

¿LOS PARA QUÉ?: (El blanco inmaculado de su vestimenta parece encogerse). ¡Vámonos! ¡La única función de la vida es la de evitar el punto final! ¡Es la negación del destino!

(En un movimiento coordinado que traiciona toda su rivalidad teórica, ambos saltan de la tambaleante escalera de argumentos. Las sillas vacías de la audiencia se llenan instantáneamente con figuras borrosas, y ¿LOS PORQUE? y ¿LOS PARA QUÉ? corren hacia el público. Se mueven entre las figuras que aparecen y desaparecen, tropezando con las expectativas frustradas que suscita el público momentáneo.)

¿DÓNDE VAMOS?: (Grita, alzando la brújula inútil). ¡Cobardes! ¡Regresen! ¡Denme la coordenada! ¡No pueden huir de la función del movimiento!

(Pero es inútil. ¿LOS PORQUE?, una explosión de texturas y colores, y ¿LOS PARA QUÉ?, un fantasma de blanco puro, se funden con el caos visual del público

fantasma. Se pierden por el lateral del escenario, dejando solo el rastro de un debate inconcluso, una risa histérica y un profundo alivio.)

El silencio de la dirección

(¿DÓNDE VAMOS? se queda en el centro del escenario. Está solo. La escalera de argumentos se derrumba lentamente, sin ruido, reduciéndose a una pila de polvo gris. El ruido grave del escenario cesa. Las luces se detienen en un amarillo muerto.)

(Mira la brújula en su mano, que finalmente ha dejado de girar y apunta fijamente al suelo. Luego, gira su cabeza, lento, hacia el lugar donde los espectadores fantasmales han desaparecido por última vez. Los mira a ellos, al espacio que solían ocupar, al vacío.)

¿DÓNDE VAMOS?: (Su voz, antes desesperada por la eficiencia, es ahora un murmullo roto. No pregunta, constata.) Se han ido para que yo me quede.

(Baja la brújula. Su mirada se pierde en el vacío de la cuarta pared. El viajero, el hombre de la acción, el que buscaba la utilidad, se da cuenta de que la única coordenada que ha encontrado es el sinsentido. Se queda quieto, respirando el silencio estéril que dejaron los teóricos.)

¿DÓNDE VAMOS?: (Un susurro final, dirigido al vacío que antes era la audiencia). Y ahora… ¿dónde?

(Se queda en profundo silencio, mirando a los espectadores inexistentes, atrapado en la pregunta de la que tanto intentó escapar.)

(La luz amarilla se oscurece lentamente. El telón cae.)

FIN DEL TEATRO EN UN SOLO ACTO

 

 

 

1 pensamiento en “FRANCIS BERTI TEATRO (OBRA N° 12)”

  1. Guadalupe Elvira Blancop

    Todo está en constante cambio, nuestra propiocepcion nos capacita para percibir la posición y el movimiento de nuestro cuerpo y de nuestras emociones, nos movemos en escenarios cambiantes regidos por: Los porque? Y Los para que? Sin
    un patrón definido, como si hubiese robado un trozo de época en los Porquè? Y los Paraqué? que destella lo primordial.Provocándo disfunciones en la percepción, dando lugar a situaciones que causan problemas en la interacción de estructuras sociales.Donde vamos? Esa pregunta inexistente, que nos puede conducir a la planificación social, recurriendo al sistema para fortalecer las técnicas.
    Solo atrévete a pensar en grande, pedir y sentir esa vibración. Me gustó mucho este comentario que escribiste en una de tus publicaciones:Cuando en ese instante comprenderás que fuimos lo que somos porque amaremos lo que seremos. Excelente obra en un
    Solo Acto, ya la No. 12. Gran reflexión. Gracias

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