¡Agárrate de la brocha, que me llevo la escalera…..! Es más o menos, quizás, la situación económica que barre esta argentina que ya tiene los huevos al plato. Según los servicios secretos de plumas verdes ha corrida la vos del levantamiento plumífero de la esclavitud de gallinas ponedoras. Ponemos , ponemos y ponemos, las veinticuatro horas al día sin pegar un ojo, como si al sol lo hubiesen clavado, no hay noche, aunque se nos venga la noche de los bolsillos, la única imposición de los dueños del gallinero es que la pongamos…y a poner huevos.
Es una contradicción tan absurda del desquicio intelectual que nos invade, por un lado somos gallinas ponedoras y por otro nos piden que pongamos huevos. Decídanse ¡ponemos o no ponemos huevos? Se me viene a a mente aquel libertador de gallinas, famoso gaucho Rosarino. Ya lo veo en tinta a Inodoro Pereyra y su fiel amigo Mendieta arriando veinte mil gallinas liberadas del yugo del alambrado y de la cuchilla, esta vez no de Damocles, sino del cocinero de turno. Esta ya no puso más, ¡A la Olla!, puchero pa’ los viejos.
Estuve haciendo averiguaciones, llamados telefónicos y búsquedas interminables por internet. La única respuesta por la suba del precio de los huevos es la guerra de Ucrania. ¡Alguien me puede explicar que tiene que ver la guerra Ruso-Ucraniana con la suba o la falta de huevos. Si las gallinas no se fueron, ¿o las gallinas son ucranianas? O quizás se amotinaron sumándose al boicot mundial contra los rusos. Los huevos están por las nubes. Y esto es solo una pequeña muestra de cómo la justificación del error de cálculo, encuentra rápidamente la salida elegante del siga…siga.
A los argentinos nos falta un empacho intelectual, algún detergente que desengrase las neuronas y una buena descarga de 120w encienda las neuronas. El adormecimiento que nos inyectan no tiene límites, conversaciones balbuceantes de café ya no nos despiertan. Intentemos abrir los corrales y libérenos las gallinas.