PUEDE QUE LO SEPAMOS DENTRO DE UNAS HORAS (INTERNACIONAL, SOCIAL)
Por Francis Berti
Puede que lo sepamos dentro de unas horas. Un estadío social de circunstancias no apremiantes que nos trasladan a esos pequeñísimos y tan supurantes de conciencia determinada, de todos esos detalles que nos paralizó el momento de la despedida con todas las respuestas sin poder exhalarlas y huirse despacito en el más profundo de los silencios del otro. Estas situaciones nos hacen crecer en las sociedades de puta realidad que nos llena de aburrimiento tan cotidiano como perverso de nada en nada. Pero este definitorio “puede que lo sepamos dentro de unas horas” Es la llave mística de la constitución que en esas horas el sentido de la verdad toma la premisa de lo único que debemos mantener firme en los ratos que sepamos cuantos segundos de esas horas se nos entrega por mí.
Y es en ese lapso de horas, en esa brecha de tiempo que se nos regala, donde se manifiesta la sociedad de encuentros muy cercanos. No son encuentros casuales, ni siquiera encuentros de amistad. Son choques de esencias. Me encuentro, por ejemplo, con una mujer que, al tocar mi hombro, no solo me saluda, sino que me transfiere la historia de su abuela. Una historia de amor y pérdida tan intensa que, por un instante, su pasado se convierte en el mío. En ese acto, la puta realidad se quiebra. Los días de aburrimiento se desvanecen. Lo que era lineal se vuelve circular, y el pasado y el presente coexisten en un mismo espacio de conciencia.
El encuentro no es físico, sino energético, psíquico. Es un vórtice que nos arrastra. En esa transferencia, mi propia identidad se disuelve un poco y se mezcla con la de ella. Ya no soy yo, ni ella, somos una nueva entidad. Es un encuentro que modifica las estructuras. La realidad, esa que conocemos, no es más que una convención, una mentira que nos decimos para sentirnos seguros. Pero en esos encuentros, la mentira se rompe y nos enfrentamos a la verdad: no somos entes separados, sino avatares de una misma creación. Un gran diseño.
Y en esa superación de lo común, en esa ruptura del tiempo y el espacio, el “yo” se desvanece y da paso a algo más grande. A un avatar creado por la propia necesidad de ser. Nos convertimos en la manifestación de nuestra propia creación, en ese ser que siempre quisimos ser. Y en ese ser, en ese “mí” que se nos entrega en esas horas, encontramos la única verdad que importa: la de la conexión, la de la esencia, la del afecto que vence a la realidad.
La puta realidad es el aburrimiento. Es el sistema que nos convenció de que la vida es una suma de días, de tareas, de facturas, de sonrisas falsas en la oficina. Es la prisión de lo lógico y lo coherente, la dictadura de lo esperado. Es lo que nos dice que hay un camino correcto, una forma correcta de vivir, un momento correcto para morir. Pero es una cárcel de barro. Un solo acto de verdadera conexión puede derribar sus muros. Una mirada que entiende sin palabras. Un abrazo que borra el tiempo. Un silencio compartido que dice más que cualquier discurso.
Es la que nos obliga a ser uno mismo La puta realidad, cuando en verdad, somos infinitos. Somos la suma de todas las vidas que hemos vivido y de todas las que no hemos vivido. Somos el reflejo de todos los rostros que hemos amado y de todos los que hemos perdido. Y en esos encuentros cercanos, nos quitamos el disfraz que la realidad nos impuso y nos atrevemos a ser lo que somos: la totalidad. Porque al final, la puta realidad no es más que una enfermedad de la que se cura, por suerte, con un poco de humanidad.
La realidad esa que conocemos no es más que una convención, una mentira que nos decimos para sentirnos seguros.Acudes a la soledad para huir., pero te haces consciente de lo que fuiste un día,te observas y continúas con tu crecimiento ide adentro hacia afuers, rompes los patrones impuestos por el miedo , la inseguridad, etc, que al transmutarlos , encuentras tu verdadera esencia
nos quitamos el disfraz que la realidad nos impuso y nos atrevemos a ser lo que somos: la totalidad. Verdades expresadas para meditar. Gracias