RESUELTAMENTE SUELTA

RESUELTAMENTE SUELTA

Francis Berti

Suelta, sueltamente, resueltamente suelta. Se vació llenándose de los desbordantes vacíos. Se soltaron sus ropas. Se soltaron sus ojos sobre espejados reflejos que resueltamente nunca se había visto. Suelta entro en ella. Viajando por sus interiores confundiéndose.  Entro para palparse suelta. Sintió el ruidoso sonido del silencio que caía en notas que sus oídos jamás habían escuchado. Resueltamente suelta. Dejo que todos los colores la visitaran suelta.

Suelta, sueltamente, resueltamente suelta. Se vació llenándose de los viejos vacios. Se soltaron sus ropas. Se soltaron sus ojos sobre espejados reflejos que resueltamente nunca se había visto. Suelta entro en ella. Viajando por sus interiores confundiéndose. Entro para palparse suelta. Sintió el ruidoso sonido del silencio que caía en notas que sus oídos jamás habían escuchado. Resueltamente suelta. Dejo que todos los colores la visitaran suelta. Después conseguía entrar al mercado. La pirotecnia la sacó de la ropa y la sacó. La estallo radiantemente suelta como turistas en ella. Cuando ya en un baño quedó acostada sobre el cuerpo de un perfume.

Después entró por las especias de la huerta. Por la oscuridad Suelta, sueltamente, sueltamente. Sintió la suelta. Entonces se vio a un lugar abierto. Distinto de un espejo, distinto del muro de un cielo infinito. Encendió la luz del fuego. El efecto aceleró su cadencia y su algebra de movimientos corporales la acompaño. Suelta pudo ver los pies muy distendidos encima de la madera.

Tomó la madera por los pies de su mano que estaba desnuda. Suelta por el trabajo que coincido como creyente de creyente que era. Sonríe a como un suelta. Después fue. Soltó la madera y en la suela de su pecho, suelta. Instaló tres posibilidades. Se instaló en dos extremos. En uno, se instaló en otro. Sintió la suelta de todas las sueltas que había imaginado y sintió que nada escapo. Escapó. El reflejo se reinvento y salió desde su cuerpo y logró suelta recobrar el suelto razonamiento.

A medio como se sabe de los cuales se volverán, no nos quedamos callados. Se nos encienden suelta en el lugar. Algunos que sean en algún lugar, nos dejamos meter en suelta de su forma de actuar. Que nos vean por los muros de la vieja mezquita con miradas al suelo dulces. Y conmigo haciendo la tarea de suelta. Volvamos, me dice suelta. Me hace retumbar en la vieja esquina cuando siento un error en mi oído y yo le digo, para preguntarme, en algún lugar, en algún lugar, que sí, y aparece un reloj en la entrada del puente. Perla suelta en todos sus dedos. Se la apega al suelo que se acerca. Aunque ella me está mirando sin dejar de mirarme. Se asusta y les grita de la noche que habla miedo. Y sobre las puertas del puente se sienta.

Te espera en esta fecha. Dije también suelta de esos dedos. Resuelto suelta en otro lugar. Fue así que empezó a jugar también suelta. Suelta con sentido de ocurrencia. Un vuelco del suelo de manera inusitada. Y de suelta se me hizo. Luego, a veces, estos sonidos que se sueltan resuelta y siguen resonando. Repitiéndose, recogidos, repitiéndose, recogidos, repitiéndose. Bajó el movimiento de suelta. Suelta en medio de su proceso. Porque suelta al esquema de su alma, suelta.

Recogió el movimiento que paraba del suelo. Se repitió, repitiéndose con la mirada. Al final, se escapó. Dejando ese cuello girando, el que todo el piso subía cuando hablaba. Y volvió a llevar el pañuelo al último abrazo. Y dejó el pañuelo al último abrazo. Hay momentos en que miren, ver en esa mirada, mientras el más puro sentido de la vida se rola. Ya al final. Desde la vereda, mirada desde ese lugar. Evita desconectarse. Decencia en la mirada. Vive en el lugar tapizado y suelta hace pronto de resuelta. Resultándome brillos de solturas hilvanadas.