En una de mis últimas charlas ante jóvenes universitarios, me preguntaron cómo veía a la sociedad argentina en lo general y en lo particular de cara a las próximas elecciones de medio término. Comencé por hacerles una pregunta: -¿Cada cuanto tiempo ustedes lavan su ropa?, -se quedaron mirando.- si, ¿cada cuanto usan ustedes el lavarropas para limpiar la mugre de sus vestimentas, de sus camisas, remeras, pantalones, medias y calzones?- seguían si entender.- les doy la respuestas- Seguramente cada semana, o quince días depende de la ropa a lavar. Pues bien, ustedes preguntaron que observo hoy a en sociedad argentina, la “sociedad argentina es un lavarropas”, es él lavarropas.
Los dirigentes de cualquier estrato que gerencien las políticas del estado necesitan que se les lave la ropa, a decir en verdad, hace años que lo hacen, con total desparpajo y como de costumbre domestica aprendieron, a deshacerse de los tufillos, mal olores y mugre anquilosada en sí mismos de una manera tan practica y simple que la sociedad acompaña, sumándose a ese esfuerzo de quienes cree que nos consultan sus decisiones. Error. No nos consultan. Nos usan de lavarropas, y nos han venido usando una y otra y otra vez.
Lo que sucede es que la democracia como instrumento de deliberación es perfecta para el engaño sutil y ya sea de paso lavar las culpas malolientes en las manos de quienes los volverán a poner prístinos e impecables en sus cómodos lugares de privilegio. En ocasiones nos presentan ropa nueva, inmaculada sin pecado original! Ahhh, decimos al fin. Y por alguna razón que no puedo explicar, este nuevo y brillante designado administrador del estado, corre como niño caprichoso a revolcarse en el lodo, y con sus manitas, como pidiendo perdón a su madre. ¡Me lavan!
Entonces, ¿Quiénes son los privilegiados?, ¿los niños, los ancianos, el ciudadano de a pie, el pie del obrero, el profesional?, no hace falta que les conteste esa pregunta.
El día que dejemos de lavarles los calzones y que las moscas hagan su trabajo, habremos dejado de ser “lavarropas”, como les gusta vernos. Porque además hay un detalle importante; ellos no desagotan el agua sucia, y la contaminación la respiramos nosotros.
Estamos cansados de lavar votando siempre la misma mugre. Hasta que tengamos la dignidad y la mejor calidad de vida que merecemos Hasta que veamos con nuestro alma y nuestro corazón que este país tiene vida. Hasta que no se vuelva más ejercicio para nuestros corazones este dolor de espalda de las personas, de las familias que están enfermas. Es como el dolor de la familia de Elena Guzmán ¿Qué hacemos sin nosotros? Escribo y digo esto como a lo inmediato, y de hecho fui escuchado por un poco más de una hora y media. Solo escuchado. Sin aplausos ni algarabía. Es lo correcto en temas como este
¡Dios sabe que nos contarán sobre los peligros y como cuidar un corazón congelado!
¡Mejor me pongo el abrigo!