DESCUBRISTE EL VINCULO

DESCUBRISTE EL VÍNCULO 

Por Francis Berti

Un hombre cuya vida era una dedicación ininterrumpida a la seriedad de la estupidez. Y ahí estaba la fricción. El señor representaba el absurdo a la inversa: la creencia dogmática en una realidad funcional que se desmoronaba ante sus ojos. Él estaba convencido de que la verdadera estupidez era el hecho de que yo no estuviera preocupado por la hipotermia. Yo le sonreí, una sonrisa de profunda lástima. El señor no se calló por miedo, ni por respeto. Se detuvo porque la resonancia metálica desajustó el patrón de su propia realidad. Sus ojos, que hasta entonces habían proyectado el juicio inflexible de la estupidez humana, se quedaron fijos. No miraban; miraban al suelo, a una pequeña piedrecita. Su cuerpo se tensó, no con ira, sino con una determinación inaudita que no le pertenecía. Lentamente, con una precisión escalofriante, el señor  se inclinó. No para atarse un cordón o para recoger la piedrecita, sino para alinearse con ella. Luego, sin dejar de mirar la piedra, dio un paso lateral. Un paso corto, rítmico, completamente innecesario para cualquier objetivo funcional. Parecía estar calibrando su cuerpo para un propósito que su conciencia desconocía. Yo observé, absorto, cómo lo real se disolvía en la sencillez absurda. El señor dio otro paso lateral. Y otro más. Y otro. Formando, con su cuerpo rígido y su traje de tweed, una nueva línea. Una línea que no era paralela a la acera, sino que comenzaba a curvarse hacia lo que era consciente  “Descubriste el Vinculo” Era la mímica pura. Se había convertido en con el ceño fruncido por la concentración del rito, y sus movimientos eran tan exactos y serios. Se había integrado en el tejido del sentido. (Murmurando para mí  completaba el círculo) que se desprenden de mí no son un regalo; son un contagio. Y la verdadera estupidez humana es creerse inmune a la simplicidad del caos.