NO PAREN DE NAVEGARSE

NO PAREN DE NAVEGARSE

Por Francis Berti

La totalidad de los vasos sanguíneos de una persona, es decir, sus capilares, venas y arterias llegan a medir unos 100.000 kilómetros. Esto significa que podrían dar dos veces y media la vuelta alrededor de la tierra. ¿Díganme con sinceridad cuantos kilómetros se han navegado interiormente? ¿En cuántos de esos pequeñísimos puertos se han detenido, desembarcado y disfrutar de su propio belleza intercostal?  El interior. Lo profundo de esos inmensos ríos rojos que solo debes sentirlos, sentirte que se mueven, que vibran, se sacuden, se aflojan, se espesan y se hinchan que sientes las sensación que te estallaran. Dos veces la vuelta alrededor del mundo y sigues amarrado. ¿A qué? Si es tu inmensidad.

La totalidad de los vasos sanguíneos de una persona, es decir, sus capilares, venas y arterias llegan a medir unos 100.000 kilómetros. Esto significa que podrían dar dos veces y media la vuelta alrededor de la tierra. ¿Díganme con sinceridad cuantos kilómetros se han navegado interiormente? ¿En cuántos de esos pequeñísimos puertos se han detenido, desembarcado y disfrutar de su propio belleza intercostal? El interior. Lo profundo de esos inmensos ríos rojos que solo debes sentirlos, sentirte que se mueven, que vibran, se sacuden, se aflojan, se espesan y se hinchan que sientes las sensación que te estallaran. Dos veces la vuelta alrededor del mundo y sigues amarrado. ¿A qué? Si es s tu inmensidad.

Cuando no tengo energía, la que se debe superar para cerrar una orilla, o mejor, para capturar el hormigón con que se me ha pintado la botella de agua antes de partir, no me atrapo el barco. Tampoco caen las puertas de mis botellas, que desde niña buscamos cómo tragarlas. Pero cuando no tengo energía y algo no funciona bien, como se explica con el término “esto es increíble”, se cae el tren. Tengo que olvidar lo fuerte, vivir un tiempo de vacaciones en el ojo de la tormenta, y olvidar el bulto tamaño del barco y la necesidad de empezar caminando, o mejor dicho, partir de nuevo a navegar. Más allá de la sabiduría de estos seres vivos, como la de su especialización en apasionados de relajación, seres que corroboren constantemente y que todos quieren comerlo, no sé cómo me planteó entonces el plan que, al hacerlo, lo hizo más grande.

Algo híbrido con amor, y con convicción de que él era el propósito. Dejarlo encerrado dentro navegando que se las arreglara como pudiera. Hace poco empecé r una crisis en mi abdomen. A mí, me da algo que me gusta tanto. Algo raro que da estar. Son embargos, seguir adelante gracias al movimiento que hace hacer frente a aquello que me interesa hacerlo. Esta es una razón por la que estoy sobreviviendo. Si alguien le explicara algunas cosas por las que ahora tengo un entorno mental, me recomendó no olvidarlo, sobrevivir. Porque, en todo momento, en las largas esquinas de los pasillos, en los monitores de relajación, en las conversaciones que se detuvieron por un momento a relatar los enormes avances del tiempo, alguna de las palabras siguen siendo perlas sueltas imposibles de encadenarlas navegando por los cien mil kilometros de venas y arterias. Suavizándome las horas. Mucha gente dice que ese tema es raro o es un tema sin mucha técnica. ¿Por qué es posible que si vives en un lugar donde a ese día están ya cien mil kilómetros seguidos entre nosotros, que ahora le estén viviendo miles y miles de kilómetros, no está por venir algo raro? Es una decisión que todos tienen. Somos dos grandes y retratos. Poder ser tan lejanos de los más grandes lo que nos hace pensar que el cambio son todas las cosas. El cambio es vivir desde aquí. Solo eso. La vida es vivir desde ahí. Si no puedes acercarte a lo más lejano. Lo lejano vendrá a ti. Navegando.